lunes, 11 de enero de 2010

Año nuevo...

Creo que no habrá ninguna entrada en toda la blogosfera con este título.

Sí, vuestro chico trabajador Laurent ha regresado (seguro que tampoco está esta frase en ningún sitio) de las vacaciones con la válvula pilórica más cerrada que nunca porque, por primera vez en mucho tiempo, han sido unas vacaciones de invierno satisfactorias. No en relación a la productividad, que ha sido nula casi por todas partes, sino por el tiempo pasado en familia, los descansos, los escasos momentos de estrés... y eso es algo raro en unas vacaciones en las que lo que mayoritariamente se hace es una recreación de Zombie, y me estoy refiriendo a la segunda, a la archifamosa del centro comercial, y no hay actividad que me ponga más nervioso y me canse más. Así que el hecho de volver al aislamiento de la lejanía y a la rutina laboral hacen que se me cierre la dichosa válvula.

También ha habido tiempo de ir al cine. Mira que me gusta cada vez menos ir al cine con los precios que están poniendo, y más para ver a un director que me cae gordo(*) y del que aún no he visto su multioscarizada TetanicTitanic. En efecto estoy hablando de Avatar la que (y ahora diré una cosa que da mucha rabia) hay que ver en 3D. Confieso que aún no había visto ninguna de estas películas con las gafas nuevas. Aparte de mi reciente fobia a las salas de cine y del uso de gafas normales (lo que me echa para atrás por la comentada incomodidad), aún no había visto un título que me llamara la atención como para gastarme la pasta gansa y entrar a verlo (por Dios, no me habléis de San Valentín Sangriento). Finalmente Avatar se ha llevado el gato al agua y en verdad no estoy decepcionado por la experiencia porque visualmente es muy vistosa (valga la redundancia) y el argumento, en fin, no mata tampoco: indios y vaqueros. Aparte de la sensación de profundidad en las escenas de altura (oh, ¡las Halleluja Mountains!), lo que más me impresionó del efecto de la 3-dimensionalidad fue una cosa en principio simple y poco vistosa: la arenga del ex-sargento al personal. Fue como si nos estuviera arengando a toda la sala, se sentían tan cercanas y reales las personas a quienes iba dirigida la charla que casi podías ver sus imperfecciones de la piel y el brillo en sus ojos... se intuían detalles que normalmente no se aprecian en las películas "normales" en las cuales siempre se hace palpable la distancia que hay entre espectador y película, lo que te hace ver una cierta frialdad. En ésta no, a pesar de lo chorra que fuera la charla, el verme entre ellos, entre los receptores de ésta, me hizo experimentar la película de una manera distinta a lo convencional.

En fin, que aunque sea como experiencia nueva, vale la pena ir a verla.

(*)Recuerdo dos cosas de los Oscar de aquél año: a James Cameron sosteniendo uno de los innumerables que le tocaron y gritando en el podio "I'm the king of the world" y lo otro es a cierto locutor de cuyo nombre no quiero acordarme (aunque me acuerdo) diciendo "qué injusticia que le hayan dado el Oscar al mejor actor principal a Jack Nicholson por Mejor... imposible y no a Leonardo DiCaprio". En fin, creo que mi manía a James Cameron y a Titanic viene de ahí y está justificada.